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40 apuestas por otros cines

40 apuestas por otros cines

 – Por Mauricio Orozco 

Desde 1980 la Cineteca Nacional hace una apuesta necesaria en la que por medio de una curaduría fresca y novedosa nos acerca a una selección de películas que brillan por sus apuestas narrativas, formales, y estéticas que salen de los cánones clásicos y se embarcan en una búsqueda atrevida que nos ayuda a comprender otras maneras en que el cine formula representaciones de las realidades mundiales arriesgadas y poco convencionales. 

Esta apuesta itinerante, que comienza en la Ciudad de México, recorre el país buscando fomentar una reconvención con la que los espectadores podemos insertarnos en visiones contemporáneas que nos muestran un abanico de opciones en donde se explora el cine con libertad e innovación. 

Después de que el año pasado se detuvieran actividades, por motivo de la contingencia, este año vuelve este nutrido programa que en su edición 40 reúne 15 películas de diversas geografías que permiten interactuar con una diversidad en producciones que han generado un posicionamiento prestigioso a lo largo de los mejores festivales de cine a nivel mundial.  

En esta ocasión la apuesta de la Cineteca Nacional reúne cintas de Brasil, Alemania, Argentina, Uruguay,  Portugal, Chile, Francia, Grecia, España, Dinamarca, México e incluso de la extinta Checoslovaquia, por medio de un festín que tiene propuestas que se ciernen a los diferentes gustos del público de nuestro país en busca de un abanico amplio de opciones poderosas.

Las cintas que se incluyen en esta edición son las siguientes:

Fauna
Dir. Nicolás Pereda 
(2020, México-Canadá)

El más reciente largometraje de Nicolás Pereda es un ejercicio de metaficción que lanza una mirada astuta y cómica sobre el imaginario que rodea a la cultura mexicana por medio de una narrativa arriesgada que retoma lo cotidiano entrelazado con la ficción.

Los amores de una rubia 
Dir. Miloš Forman 
(1965, Checoslovaquia)

La restauración en 4K de una de las cintas más emblemáticas de la llamada “Nueva Ola Checa” en donde el cineasta Miloš Forman explora el desenvolvimiento de la juventud desde la sexualidad y el amor circundado de los regímenes autoritarios que permeaban en la sociedad del momento.

Adios a la memoria 
Dir. Nicolás Prividera 
(2020, Argentina)

Nicolás Prividera crea un filme donde su historia personal se cruza con la realidad de su país por medio de un ensayo sobre el pasado, el presente, la ausencia y la memoria a partir de distintos objetos y filmaciones caseras que nos ayudan a comprender la relación de su padre con su enfermedad irreversible.




Tío 
Dir. Frelle Petersen
(2019, Dinamarca)

Apoyado por los majestuosos paisajes nórdicos, el danés Frelle Petersen configura un relato que, se desenvuelve con soltura en búsqueda de plantear una revisión de los vínculos familiares y las vueltas que da la vida, con un matiz intimista y solemne que más allá de ofrecer respuestas, crea más incógnitas.

Luna, 66 preguntas 
Dir. Jacqueline Lentzou 
(2021, Grecia-Francia) 

Esta cinta es el debut cinematográfico de la directora Jacqueline Lentzou. Que con una pericia cuidadosa, gran sensibilidad y experimentación, la película acompaña el fluir emocional de la familia y vivifica las áreas grises entre padre e hija, interpretados destacadamente por Sofia Kokkali y Lazaros Georgakopoulos.

La cordillera de los sueños 
Dir. Patricio Guzmán 
(2019, Chile-Francia) 

Esta película es la última parte de la trilogía documental integrada por Nostalgia de la luz (2010) y El botón de nácar (2015), el documentalista veterano Patricio Guzmán centra su punto de vista en la monumental cordillera de los Andes, a partir de la cual orquesta una poética reflexión sobre la historia reciente de Chile y su poderosa visión después de la dictadura de Pinochet, la cual causó su auto exilio.

Chico ventana también quisiera tener un submarino
Dir. Alex Piperino 
(2020, Uruguay-Argentina-Brasil-Países Bajos-Filipinas)

Con un tono contemplativo y una narrativa próxima al realismo mágico, la enigmática ópera prima de Alex Piperno enlaza una serie de universos aparentemente inconexos en los que se refleja el mundo actual con sus relaciones de clases y sus vínculos con lo sagrado.

Libertad 
Dir. Albert Serra 
(2019, Francia-Portugal-España-Alemania) 

Albert Serra dirige un filme donde el público se convierte en un espectador contemplativo de varias postales sexuales nocturnas en un bosque, las cuales deconstruyen el concepto de lo prohibido a partir del erotismo, los sentidos y la moral.

Estaba en casa, pero…
Dir. Angela Schanelec 
(2019, Alemania-Serbia)

Con una cámara que permanece distante, la cineasta Angela Schanelec crea un filme introspectivo y silencioso cuyo eje es el proceso emocional de una familia frente a la pérdida, la soledad, la incomunicación y la maternidad como elemento insondable.

Ana, sin título 
Dir. Lucía Murat 
(2019, Brasil-Cuba-Argentina-México-Chile)


Inspirada en la obra teatral Hay más futuro que pasado, la película sigue a Stela, una joven actriz brasileña que decide hacer un trabajo sobre las cartas intercambiadas entre diversas artistas plásticas latinoamericanas de las décadas de 1970 y 1980. Esto la lleva a viajar a Cuba, Argentina, México y Chile, donde busca testimonios sobre sus obras, y también de la realidad que vivieron en un tiempo marcado por dictaduras.

Las cruces 
Dir. Teresa Arredondo y Carlos Vásquez 
(2019, Chile) 

Adentrándose en declaraciones judiciales de perpetradores y testigos, así como de una inmersiva exploración de la región de la masacre, el documental Las cruces lleva a cabo un ejercicio en el que distintos formatos componen un lienzo sobre el dolor, la impunidad y la memoria.

Vitalina Varela 
Dir. Pedro Costa 
(2020, Portugal)


Retomando un personaje de su anterior filme, Caballo dinero (2014), Pedro Costa asoma su mirada entre los resquicios de la inmigración caboverdiana en Portugal, actualizando el tenebrismo barroco de su propuesta estética con salvajes contraluces que reconstruyen entre las sombras la vida de ese desconocido por el que la protagonista deja lo poco que tenía para encontrarse con la nada.

MS Slavic 7: Cartas de un amor oculto 
Dir. Sofía Bohdanowicz y Deragh Campbell
(2019, Canadá) 

Bajo un singular dispositivo de ficción, Sofia Bohdanowicz (en codirección con Deragh Campbell) usa las cartas reales que intercambiaron su bisabuela, la poeta Zofia Bohdanowiczowa, y el escritor Józef Wittlin, para crear un relato sobre la complejidad de lo lingüístico y la historia personal.

Luna roja 
Dir. Lois Patiño
(2020, España) 

Lois Patiño se adentra en las tradiciones y mitología de los pueblos costeros de Galicia para comprender su dimensión física e imaginaria. Con imágenes de una potencia visual conmovedora, Luna Roja es una ensoñación hipnótica donde el mar y la muerte se entrecruzan con toda su carga mítica y evocadora.

Estos 15 largometrajes son también una invitación para volver a las salas de cine y retomar las actividades presenciales, bajo todas las medidas de seguridad con estricto apego a las normativas de salud, indicadas por las autoridades pertinentes. 

Consulta toda la programación del 40 Foro Internacional en www.cinetecanacional.net y espéralas en tu ciudad próximamente.

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TE LLEVO CONMIGO

TE LLEVO CONMIGO

 – Por Fabiola Santiago
@fabsantiagocine

 

 

“¿Crees en el destino?” 

A veces sucede. Que un primer acercamiento al conocer a alguien dé lugar a horas de palabras y gestos, hasta que el cielo se pinta de lila cerca del amanecer. Sucede entonces la confianza inmediata, la comodidad de quienes, parece, ya se esperaban. Le sucede a Iván (Armando Espitia) y a Gerardo (Christian Vázquez): una vez que se conocen, el destino parece sellado. 

La trama de Te llevo conmigo (Heidi Ewing, 2020) podría explicarse simplemente así, si no abordara la complejidad de lo que llamamos destino cuando solo miramos la superficie. Pero la historia de Luis y Gerardo es una historia real que abarca muchas otras dimensiones. Con una narrativa fragmentada entre la juventud de la pareja en 1994 y la época actual -e incluso asomos a la niñez de ambos- la directora Heidi Ewing intenta plasmar un panorama mucho más extenso de lo que sucede en torno a la pareja. 

Una vez fuera del bar gay clandestino en el que se conocen, la magia del primer contacto se ve nublada por la realidad: Iván ha pasado su vida ocultando su orientación sexual, tiene un hijo pequeño y desea destacar en la cocina. La llegada de Gerardo lo reanima, pero también lo inquieta y finalmente lo lleva a buscar una vida en la que puedan amarse y crecer, del otro lado de la frontera. 

“Siempre he pensado que cada persona tiene algo que lo espera. Como si la vida guardara una sorpresa para cada uno de nosotros. Tú eres la mía. Nada más que llegaste un poquito temprano. “

 A Iván no solo lo espera Gerardo. Lo espera también su amiga Sandra (Michelle Rodríguez). Y en Estados Unidos lo espera una carrera exitosa en la cocina. Y, años después, lo espera su hijo de regreso en México. 

La directora Heidi Ewing encontró en dos de sus amigos la historia para su primera película de ficción. Le precede una carrera sólida como documentalista, palpable en distintos aspectos de la cinta: desde el hecho de que se trata de una historia real, hasta la decisión de que sean Iván García y Gerardo Zavaleta quienes se interpreten a sí mismos en sus versiones mayores. 

Entre algunas secuencias de melodrama excesivo al tratar de contagiar la emotividad de sus vidas, la confección de la película se siente por momentos accidentada, como si algunas piezas no embonaran por completo con otras. A falta de un parecido físico más evidente entre actores y no actores, la aceptación de que se trata de una misma historia puede tardar un poco en llegar. Esta disonancia, sin embargo, además de recordarnos la mezcla de ficción y realidad en la cinta, puede ser el vehículo de otro recordatorio: que esta es la realidad de ellos dos en específico, sí, pero también la de muchos otros rostros que ven divididos sus afectos y esfuerzos entre México y Estados Unidos.

La decisión de dirección de hacerlo así revela también una búsqueda por empatar los distintos caminos de Ewing, un intento por dar con un lenguaje propio y, más importante, denota un respeto al trabajo de los actores protagonistas y un cuidado hacia las personas que le confiaron su historia. 

“Hay días que la sensación no se me quita. La llevo conmigo a donde vaya. A veces se me confunden los sueños con las memorias. Porque una parte de mí sigue allá.”

Ese acercamiento meticuloso de Ewing va más allá de Luis y de Gerardo, y se extiende hacia el factor cultural de la cinta. La cineasta consigue plasmar una mirada desde los ojos de sus protagonistas, más que desde la suya. Es así que la cinta no se percibe exotizante o ajena respecto a México, sino que refleja la nostalgia por los rincones, por el mercado, por el comedor familiar, o por los juegos que disfrutaban de pequeños. A esto contribuye la cámara de Juan Pablo Ramírez (Huachicolero, Chicuarotes), que además de pintar los cielos idílicos del enamoramiento, encapsula la melancolía de quienes se sienten atrapados entre dos mundos. 

Más allá de aciertos o tropiezos, Te llevo conmigo conecta desde un lugar de cariño y cuidado, mismos que impregnan toda la cinta. Sin embargo, la contraparte de esto es la tristeza que permea y que desde la intolerancia a orientaciones sexuales y nacionalidades puede opacar toda posibilidad de florecer. Así como el documental y la ficción se encuentran en esta obra, Heidi Ewing también consigue evocar dos emociones opuestas, pero decisivas en la historia de Iván y Gerardo. 

“Ya no sé si el destino existe. Lo que sí sé es que la vida a todos nos da una sorpresa. Tú eres mi sorpresa y yo la tuya. Y aquí estamos.” 

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Hijo de Monarcas

HIJO DE MONARCAS: DISECCIONAR LA MEMORIA

 – Por Mariana Ceja
@an_autumn_bird



Cuando las Monarcas llegan al Lago Superior no lo atraviesan directamente. (…)

Dicen que en medio del lago existió una montaña, una de las más altas del continente Norteamericano. La montaña ya no está ahí pero las mariposas la siguen recordando.

Hay algo sobre hablar de memoria e identidad que fascina. Los fantasmas de nuestra historia pasada nos dicen cosas que sólo empezamos a comprender si nos atrevemos a diseccionarla. Pero hay que saber retirar las capas con cuidado. 
Llegar al origen toma su tiempo.

Como si se tratara de un estudio anatómico, en el filme Hijo de Monarcas (Alexis Gambis, 2020) vamos examinando de manera minuciosa y detallada la historia de vida de Mendel (sí, como Gregor Johann Mendel, quien sentó las bases de la Genética), un joven biólogo mexicano en Nueva York que se especializa en el estudio de la mariposa Monarca.

Interpretado por Tenoch Huerta, Mendel inicia un viaje de autodescubrimiento y de reconstrucción tras enterarse de la muerte de su abuela en su natal Michoacán. Así, lo acompañamos en un proceso donde irá confrontándose con recuerdos dolorosos de su infancia, con la tensa relación que mantiene con su hermano mayor (Noé Hernández) y con lo que busca en su presente.

A través de la construcción de una historia y personajes complejos atrapados en sus sus propios miedos no resueltos, el guion y su elipsis nos permite unir las piezas que conforman la identidad fragmentada del protagonista: una racional (científica) y una animal (ritual-ancestral).

Sobre todo se le invita al espectador a reflexionar sobre la posibilidad de integrar ambas maneras de entender el mundo; a comprender que la existencia puede leerse en un sentido objetivo y metafórico-emocional a la vez. Oponer resistencia a alguna de las dos es librar una batalla innecesaria con nosotros mismos.

Así, sin dar sobresaltos o giros dramáticos exagerados, conforme avanza la trama la crisálida que contiene a nuestro protagonista se va quebrando poco a poco.

Y entonces somos testigos de una metamorfosis recíproca: la de Mendel y la nuestra. 

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JUMBO

JUMBO

 – Por Güero
@omniguero

Hace unos años se hicieron virales algunos documentales sobre la objetofilia: “una parafilia que consiste en sentir atracción romántica y/o sexual hacia un objeto. Incluye la creencia de que estos poseen una personalidad propia, que los dota de inteligencia y sentimientos.” Aunque las intenciones y la explotación perceptible varía en cada documental, en general cimentaron el concepto de la objetofilia como una rama más del árbol bizarro y aleatorio del entretenimiento en internet.

La viralidad, asimismo, causó el resurgimiento de noticias a lo largo de los años de personas que mantenían relaciones románticas y sexuales, en algunos casos contrayendo matrimonio con objetos como la Torre Eiffel, el Muro de Berlín, el Golden Gate Bridge, etc. Noticias que sirvieron de igual manera como alimentación para este tren de curiosidad, tanto benigna como maliciosa, en el que muchos subieron durante este periodo.

Estoy seguro que la directora belga Zoé Wittock fue una de las tantas personas que cayeron en este “rabbit hole” en algún momento. Ya sea por una noticia, un video o un documental, no lo sé. Pero sé que por suerte, Zoé cayó en el lado bueno, curioso, empático, sin juicios y sobre todo humano, de esta búsqueda. Lo que yace al final del camino de la misma, es Jumbo, su primer largometraje de ficción.

—Pero Güero, llevas casi media página y apenas mencionas el título de la película. ¿Qué tiene que ver todo esto? —se pregunta el lector.

“Basado en una historia real”. Este pequeño toque a un costado del título nos informa que Zoé reconoce la existencia de estas personas, y al reconocerlas y validar su realidad, la película se convierte de alguna forma en un homenaje para este grupo. Esta frase que acompaña el título es muy importante para entender el punto de vista que la directora toma para retratar la situación.

La ficción tiene muchísimas posibilidades por todos lados, depende de la creatividad del autor. En este caso, algunas personas podrían denunciar que al poner ese pequeño texto, Zoé Wittock se dispara en el pie o se limita severamente de forma creativa al bajar su historia y centrarse en la “realidad”.

Pero para mí es otra cosa. Ese pequeño texto es una muestra de respeto a la comunidad que retrata y marca la pauta del acercamiento que va a tener la película al tema. Porque la película tiene muchos elementos que no son realistas en lo absoluto. Pero el centro humano y emocional de la película lo es.

“Fascinada por todos los carruseles y atracciones, la empleada del parque de atracciones Jeanne comienza una relación muy especial con Jumbo. Y pronto resulta que esta atracción también se comunica con ella.” Esa es la sinópsis que encontrarán en Google si buscan la película.

Si bien es una película donde una chava se enamora de un juego mecánico, en realidad es una historia “coming of age” y “coming out” que reconoce la fórmula, cambia y juega con ciertas cosas para darnos una declaración un poco más universal sobre el amor, la diversidad sexual y la aceptación en general.

El concepto de subvertir expectativas se ha hablado mucho en los últimos años gracias a ciertos proyectos que lo han intentado con una variedad de resultados. Para muchos es una oportunidad de jugar con lo preestablecido y para otros el simple hecho de mencionarlo es causa de burla. Aquí la guionista/directora lo utiliza para darle un giro interesante a una fórmula marcada y en consecuencia entregarnos una cinta muy fresca para lo que es.

Uno de los grandes aciertos de la cinta es que se toma en serio la relación entre Jumbo y Jeanne. En ningún momento se usa la dinámica entre los dos para hacer un chiste chusco o cualquier comentario condescendiente de los realizadores. Ya que la película se narra desde la perspectiva de Jeanne, todo lo percibimos tal y como ella, serio, complicado, mágico y sombrío. El logro más grande aquí de la actriz Noémie Merlant es la forma en que nos logra comunicar el nivel de emoción que siente por esta máquina.

Un “one night stand” de la mamá de Jeanne convertido en pareja semi-estable, el personaje de Hubert tiene todas las bases para ser el típico padrastro abusivo y misógino, alcohólico y demás. Pero no, al final del día es el personaje más comprensivo y el que le brinda más apoyo a Jeanne. Subversión bien aplicada.

Otro acierto de la película es la relación entre Margarette, la mamá de Jeanne interpretada por Emmanuelle Bercot y Jeanne. Tener a dos actrices de ese calibre chocando en pantalla es un regalo agridulce, ya que Margarette es también un personaje complicado. Una madre atorada entre intentar ayudar y aguantar de cierta manera a una hija “rara” y querer balancear su propia vida social, laboral, etc. También un giro en el personaje maternal que siempre es o toda buena o toda mala, Zoé Wittock crea un personaje un poco más complejo y comprensible. Más real.

Al final, el toque de frescura más grande es el visual. La forma en que están resueltas las escenas entre Jeanne y Jumbo, en especial las de noche, son pequeños postres visuales dentro de una película muy apagada visualmente en otros espacios. Lo mejor de la película son las interacciones entre la pareja humana-máquina, a excepción de un par de secuencias que parecen levantadas directamente de “Under The Skin” de Jonathan Glazer.

Jumbo no es nada nuevo. Realmente no lo es. Pero la combinación de varios elementos diferentes cuidadosamente seleccionados dentro de esta particular estructura narrativa hacen sentir a la película como algo relativamente nuevo. Ojo, que no sea nuevo no significa que no sea bueno. Considero que Jumbo es una de las propuestas del género de “coming of age” mejor logradas y más originales dentro del marco fílmico de los últimos años.

Zoé Wittock, al enfocarse en un tema tan específico, pudo sacar la universalidad de los conceptos con los que juega el género de la manera que todas las mejores películas del mismo lo hacen. Al final no puedo evitar echarle porras a Jeanne y a Jumbo, y en la versión de Zoé del final de “The Breakfast Club”, corro con ellos, feliz, liberado, sin saber qué viene pero agradecido de lo que ha pasado.

Creo que la comunidad de los objeto-sexuales por fin tiene una pieza audiovisual que no los explota, no se burla de ellos, ni los ve como bichos raros. Un “basado en una historia real” que no da pena ni coraje. Una pieza audiovisual que los respeta, los entiende, y cuando rolan los créditos el mensaje es el mismo que en todas las películas de este género: “Relaja la raja y disfruta la fruta; que todo fluya y nada influya.”

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LA MAMI

DIGNIDAD Y RESISTENCIA EN LAS FAUCES DE BARBA AZUL

 

 – Por Marcela Vargas Reynoso

En el folclor europeo, retomado en el siglo XV por el francés Charles Perrault, Barba Azul era un seductor que atraía a jóvenes doncellas con promesas de una vida opulenta y, una vez casadas con él, las asesinaba. En el documental La mami, de Laura Herrero Garvín, aquel siniestro personaje se transforma en un popular salón de baile en la Ciudad de México que, noche tras noche, consume la vida de las mujeres que trabajan ahí. 

La mami interna a la audiencia en el Barba Azul, uno de esos cabarets de antaño que parecen suspendidos en otra época. Las protagonistas de este documental se ganan la vida bailando y bebiendo con desconocidos en un sitio donde hasta en los muros, cubiertos de figuras de mujeres desnudas y sexualizadas, se les deja claro que ahí su cuerpo es un producto para comerciar.

El epicentro de la acción es el reino de doña Olga, cuyo apodo le da su nombre al documental. “La mami” es la encargada de los baños y del guardarropa del Barba Azul. En su juventud también bailaba en el establecimiento y hoy es la madre adoptiva de las “damas de compañía” del bar. “Mami, regálame papel”, “Mami ayúdame con este cierre”, sus protegidas dependen de ella para todo.

Herrero Garvin mantiene la cámara cerca de doña Olga como si su mirada fuera la de otra clienta que espera turno para lavarse las manos o para pedirle un consejo. Mientras se maquillan frente a los espejos de su camerino improvisado, las “hijas” de doña Olga repasan su día a día. Así, como una más entre ellas, la audiencia atiende relatos casuales, estampas cotidianas de violencia económica y sexual y de precariedad laboral. 

Priscila, por ejemplo, viene de Tijuana y encontró en el Barba Azul un trabajo temporal para cubrir los altos costos del tratamiento contra el cáncer de uno de sus hijos. Algunas son jefas de familia que mantienen solas a pequeñitos que se quedan en casa llorando cuando las ven irse por la noche a trabajar. 

A otras les preocupa salir del bar en la madrugada, medio ebrias, con riesgo de que les pase algo. La mayoría le oculta a su pareja o a su familia a qué se dedica por miedo a que las juzguen. Bailar y acompañar a los clientes es un trabajo, pero no es su identidad. Todas están ahí por necesidad o incluso, en palabras de doña Olga, “por desesperación”. Para proteger sus rostros, la fotografía de Herrero Garvin es sutil y eficaz: usa fueras de campo, muestra reacciones en los espejos ante comentarios ajenos, filma las escenas en la que las mujeres se desvisten y se arreglan sin gota de morbo.

En la pista compiten por la atención de un cliente, por la tarifa de tomarse un trago con ellos o bailar una pieza. Cada peso cuenta. En el baño, revolotean alrededor de su “mami”, se escuchan, se acompañan, se defienden unas a las otras. En una secuencia incómoda, una clienta en estado de ebriedad las interpela con desdén y un equivocado sentido de superioridad: “Yo quiero que me expliquen cómo se hace para ser puta”. Doña Olga la para en seco: este trabajo es digno y nadie puede meterse con la dignidad de sus niñas.

Como en el cuento de Barba Azul, Laura Herrero Garvin abre la puerta de una habitación secreta para revelar a las mujeres que viven cada día su propio contexto de violencia. Sus luchas no se presumen en redes sociales, no tienen su propio hashtag y la juventud “progre” las juzga sin conocerlas. La mami nos recuerda que en un país donde diez mujeres son asesinadas con violencia cada día, la resistencia también está en los pequeños gestos de la vida cotidiana, en la intimidad de un baño de mujeres.

La mami (2019)
Dir. Laura Herrero Garvín

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