Categorías
AnivProgramacion

La Mami

LA MAMI Still (13)

LA MAMI

Género: Documental / Drama | País: México |  Año: 2019 | Clasificación: B  | Duración: 82 minutos

Dirección: Laura Herrero Garvin
Producción: Laura Imperiale, Patricia Franquesa, Laia Zanon, Laura Herrero Galvin
Productora: Cacerola Films, Gadea Films
Fotografía: Laura Herrero Garvin
Edición: Lorenzo Mora Salazar, Ana Pfaff.
Sonido: Eloisa Diez
Distribución: Dogwoof (internacional), Elamedia Studios (España) y Cinestereo (México) 
Género: Documental / Drama
País: México  
Año: 2019  
Clasificación:
Duración: 82 minutos

CONTACTO

La Casa del Cine MX
[email protected]

Carlos Sosa
[email protected]

 

SINOPSIS

Doña Olga ha trabajado en el mundo del cabaré por más de 45 años y ahora es La Mami, la encargada del baño de mujeres del mítico Cabaret Barba Azul. Cada noche ofrece cuidado a las chicas que ahí trabajan bailando con los clientes. Para ellas, el baño es una burbuja de confianza dentro del Barba Azul. Hoy una nueva mujer llega al baño, tiene un hijo enfermo, necesita trabajo.

TRAILER

FESTIVALES

  • Mejor Película Española – Festival de Cine Independiente de Barcelona, l’Alternativa 2020
  • Mejor Documental Internacional – Festival Documental Tempo 2020
  • Festival Internacional de Cine UNAM 2021
  • Festival Internacional de Cine en Guadalajara 2020
  • Guanajuato International Film Festival 2020
  • Festival Internacional de Cine en Morelia 2020
  • San Sebastian International Film Festival 2020
  • Zurich Film Festival 2020
  • SXSW Film Festival 2020
  • Doclisboa International Film Festival 2020
  • Documentary Fortnight 2020 
  • Amsterdam International Documentary Film Festival 2019

Comparte a través de:

Síguenos en nuestras redes
Categorías
Notas

La compasión ante el dolor

LA COMPASIÓN ANTE EL DOLOR

 – Por Mauricio Orozco
@eralvy 

 

Japón tiene una gran historia con respecto al cine, fue uno de los primeros países que introdujo el cinematógrafo pocos años después de su invención y fue muy prolifero en su uso, tratando de encontrar nuevas convenciones y experimentar con algo novedoso, para ese momento. Desgraciadamente muchos de los primeros materiales filmados se perdieron entre el terremoto de Kanto de 1923 y los bombardeos de los aliados en la Segunda Guerra Mundial. 

El legado que se ha generado a partir de estos eventos ha sido una apuesta a replantearse el futuro del cine y han encontrado la manera de hacer frente a industrias establecidas, como Hollywood, apostándole a fomentar el pensamiento oriental a partir de productos de consumo cultural como la animación.  

Se habla de que la primera película japonesa de animación conservada en su totalidad data de 1945, un vistazo a lo que Japón tenía en mente para este medio llamativo y que seguía las bases del arte pictórico que enaltece a aquel país, sin embargo debido a la ocupación estadounidense que se mantuvo hasta principios de los 50, establecieron un cambio en los procesos culturales por medio de una colonización mediática que de alguna manera quería volver todo similar a lo que en ese momento era el hito de la animación: Walt Disney. 

A partir de la salida de las fuerzas estadounidenses, hay una gran apuesta por las industrias culturales buscando reivindicar su legado y por medio de incrementar los espacios para la creación de animación, es ahí cuando surge Toei, Mushi Nihon Dōga y otras empresas como dijo el pionero del manga y del anime, Tezuka Osamu: “Nosotros no hacemos animación, hacemos anime”.

 

Gracias a esto la historia se ha escrito favorablemente para los estudios japoneses con una racha poderosa que ha permitido una distribución mundial de sus productos más conocidos, tanto mangas, series o películas, y con la globalización que ha permitido una virtualización y fuerte conexión sin fronteras, hemos visto cómo con los años son cada vez más las apuestas que se hacen por el cine oriental y, específicamente, por el anime. 

Hoy esta industria es también un semillero de creadores, de productos de alta calidad, de nuevas apuestas narrativas y un constante rompimiento de esquemas por medio de procesos de animación que se superan, no en imitar o acercarse a la realidad, sino en aprovechar esas ventajas que el universo animado nos permite para modificarla .

Actualmente estamos en un momento maravilloso en donde el anime ha tomado un valor extra en el imaginario colectivo y nos hemos permitido entender de otras maneras una caricatura de nuestra realidad. Un ejemplo claro es el manga Kimetsu no Yaiba (Demon Slayer) de Koyoharu Gotōge, quien de la mano del estudio Ufotable lo llevó a un anime para el 2019 (el cual a nivel internacional se ha distribuido por varias plataformas, entre ellas Netflix), y en 2020 se adaptó a un largometraje animado, y se ha posiciona como la película más taquillera de la historia de Japón rompiendo récords de taquillas en varios países. 

A mi parecer hay dos vertientes importantes que nos dan la pista del porqué del éxito de este producto: Por un lado la historia y su aplicación en la animación, y por el otro al maravilloso manejo mediático y las alianzas que han permitido su internacionalización. 

Demon Slayer es un anime que plantea un universo en donde los humanos debemos convivir con demonios nocturnos que atacan a la gente para satisfacer sus instintos más básicos, pero que al final son víctimas de una maldición que los hace actuar así. La historia se centra en Tanjiro Kamado un chico que a pesar de las adversidades de su realidad trata de poner siempre una actitud positiva para ayudar a su familia; lo más importante que tiene. Hasta que un día un demonio ataca su casa, dejándole a su hermana y a él huérfanos, sin embargo su hermana fue infectada por la sangre del demonio que los atacó y se vuelve víctima de la mencionada maldición, y aunque se niega a actuar como uno, Tanjiro buscará a toda costa la forma de revertir el estado de su hermana. 

La sinopsis podría sonar un tanto repetitiva, ya que hemos visto montones de películas y series en donde un hermano tiene que dar todo por su familiar, pero esta historia se presenta como una poderosa metáfora de la convivencia, comprensión y compasión para con el otro. 

Es una profunda oda al pensamiento oriental centrándose en la empatía, al amor familiar, a los amigos y a la confianza de que todo estará mejor, en donde los valores de la colectividad se van desenvolviendo de tal forma que cada capítulo es una poderosa fabula que nos deja una moraleja que aplica en la universalidad, partiendo de un principio nuclear: ¿Qué es lo que nos vuelve realmente humanos? 

Personalmente hace mucho tiempo que no veía una serie con tanta emotividad que nos ayudara a gestar una reflexión desde la propia construcción y relación entre sus personajes. Tanjiro deja el alma y el cuerpo en el campo de batalla, está cansado de ver la muerte de gente inocente a manos de los deseos de poder de unos cuantos. Pero al mismo tiempo es un ser pleno, lleno de afecto y determinación que actúa con amor, comprensión, empatía y compasión. Es un personaje que se adentra en lo que podría ser un bosquejo del humano utópico, aquel que se piensa, se conecta y se esfuerza por entender su entorno y al otro; y es desde ahí que los demás personajes son contraposiciones a él que van aprendiendo sobre sus propias capacidades para ser mejores. 

 

La historia va de la mano con un híbrido excepcional entre animación 2D y 3D que propulsan las acciones y las vuelven sumamente limpias, pero también tratando de mantener la lógica del anime, en donde la realidad es una en donde todo es posible. La animación de las batallas se vuelven un ballet perfectamente cronometrado, con tanta fluidez que se abraza de todas las emociones posibles que pueda causar en poco tiempo para propulsar al espectador a una experiencia fuera de la pantalla, ya que cada capítulo es una montaña rusa de emociones que va entre lo más emotivo hasta lo más perturbador, y se ve reflejada en la libertad en que se maneja el tiempo y las voces interiores de cada personaje.

 

Sin duda es imposible no identificar referentes que se mantienen presentes, como la relación de hermanos que nos recuerda a Hotaru no Haka (La tumba de las luciérnagas), o a los hermanos Elric de Hagane no Renkinjutsushi (Fullmetal Alchemist), e invariablemente podemos percibir los predicamentos de poder y el ritmo de la animación que pareciera hacer homenaje a Akira (Akira) o la filmografía de Estudio Ghibli.

Es esta mezcla entre una potente narrativa que parte de un cuestionamiento existencialista y humanista con la animación de un nivel de desarrollo de la más alta calidad lo que han permitido que se pueda comercializar de una manera tan efectiva a nivel mundial, ya que es un producto que aunque tiene violencia explícita, no se siente un espectáculo de la misma, sino una reflexión frente al acto de matar, morir, vivir y sobrevivir.  

Demon Slayer es un gran ejemplo que ha sabido aprovechar los múltiples niveles de desarrollo multimedia por medio de la conexión entre un manga, una serie y una película que se sienten como un producto único y que sobre todo propulsa un manejo mediático y mercantil al puro estilo de Disney, con la diferencia que la calidad de sus discursos tienen diferencias abismales.  

La serie la puedes encontrar en Netflix y la película todavía se encuentra en cartelera de salas comerciales de gran parte de México. Sin duda la recomiendo con gran fervor para disfrutar de un anime puro y sin pretensiones, que te abraza en este momento de distanciamiento social.

*Todas las imágenes son propiedad de Ufotable Studios

Comparte nuestra nota a través de:

Síguenos en nuestras redes

Categorías
Notas

Todos los caminos llevan a… ROMA

TODOS LOS CAMINOS LLEVAN A … ROMA

 – Por Mauricio Orozco
@eralvy 

 

Cuando pensamos en el cine como una expresión artística, antes que un entretenimiento o medio masivo de comunicación, nos hemos centrado en el valor figurativo que se le da a una pieza en su contexto particular o a una sola persona que se lleva el mérito por ser quien lleva el proyecto, pero es prudente recordar que el cine es un arte colaborativo que se va entretejiendo con los aportes y la diversidad de las visiones que se plantean en esa colectividad. 

Hace ya una decena de años atrás el arte era considerado de las altas esferas y de su entendimiento exquisito para unos cuantos, sin embargo cuando Marcel Duchamp y todo un grupo de creativos cuestionaron esas formas, se dieron cuenta que el arte no consistía en la pieza, no era solamente la técnica utilizada, ni era una convención divina que nos volvía creyentes de ídolos banales, sino que era el efecto del rompimiento y la transgresión, era la necesidad del hombre por resignificarse frente a un objeto intencionado “creado” por el mismo hombre; sea un mingitorio, un mural de 20 metros de alto o una película sobre una trabajadora doméstica. El arte se emancipa de la idea de la belleza etérea y nos devuelve la visión a nuestros adentros, de tal forma que la idea del arte según Duchamp: “toda obra humana es arte”. 

Me gusta partir desde un terreno dadaísta hacía mi comprensión del arte porque desde infantes creamos, imaginamos cosas que se escapan de la realidad en la que habitamos, pero parte de ésta para ser modificada. Todos hicimos el dibujo de una bestia inexistente, todos creamos melodías de la nada, todos sentimos algo al bailar o al estar frente a una edificación llamativa. Ésa es la potencia creativa que se va desarrollando entre nuestra memoria y la imaginación, la que nos mantiene produciendo cuestionamientos constantes a manera de productos de consumo cultural. 

 

Pero ¿qué sucede cuando nos vemos reflejados en una memoria en la que no existimos? ¿Qué ocurre cuando somos viajeros a una realidad alterna, con la que creamos conexiones desde nuestra individualidad?

“Roma” (2018) es una película dirigida por Alfonso Cuarón, uno de los directores más emblemáticos que ha dado nuestro país por su visión, con la que transforma la realidad para crear un paréntesis en el cauce natural del tiempo, pero también porque esa visión lo ha llevado a latitudes inimaginables, en donde el discurso de la cotidianidad mexicana se esparció encontrando su valor en lo universal y humanista de su premisa. La cinta ha sido vanagloriada en todo el mundo, por su gran poder narrativo y su fuerza estética, y ahí es donde toma una relevancia poderosa.

Estamos hablando de una película mexicana que se gesta desde el pasado vivencial del director, lo cual nos remite a la ciudad que le vio nacer; y es gracias al trabajo de sus productores, fotógrafos, diseñadores de arte, actores, actrices y todo un equipo comprometido con una historia que se centra en lo que nos vuelve mexicanos, lo que le dio ese lugar tan importante en la valoración tanto de la crítica especializada como del público en general. 

“Roma” no pretende ser una historia de clases, ni centrarse en la vida de una empleada del hogar, no es un retrato de México décadas atrás. “Roma” es un fragmento de memoria colectiva, un espacio de convergencia de sentimientos en común, es un pretexto para imaginar entre todas y todos nuestra realidad desde otro punto de vista y para eso no basta contar la historia de Cleo desde la base biográfica del director, sino generar una sinergia entre las diferentes mentes que aportan la vitalidad del imaginario colectivo y así entender que se trata de una película que nos invita a retroceder en el tiempo para vernos en el pasado y cómo hemos trabajado en la actualización de esa memoria grupal. 

Es así que nos adentramos con mucha libertad y sentimos que somos parte de esa historia ajena a nosotros, pero a la vez tan cercana debido a su alto grado de reflejo de la realidad y empatía con los personajes que vemos en pantalla. Así podemos seguir los pasos de Roberto Rossellini o de Vittorio de Sica, de quienes entendemos el cine como un principio de unidad en donde convergen los sentires de quienes hacen y de quienes vemos la película, y que también siguen aquellos pronunciamientos de Tarkovsky en donde el cine es un espacio de conservación y edificación del tiempo que parte del arte de imaginar y crear.     

Por ello el papel de un productor es necesario, ya que es quien ve todos los caminos y las mejores opciones para que esa idea etérea que tiene el cineasta se pueda materializar y así darle vida tal y como esa realidad ha sido propuesta. Un productor es aquel que le permite movilidad a cada uno de los miembros del equipo para aportar desde lo personal, pero a sabiendas de que eres participe de algo más grande. Un productor se encarga de que los sueños se cumplan. 

El trabajo de Nicolás Celis es un gran ejemplo de esto, ya que en las cintas que ha colaborado existe este valor compartido que va mostrándonos un entendimiento del cine como un espacio que nos permite transportarnos a otros universos, respetando y promoviendo la reflexión sobre nuestras sociedades, nuestra identidad y la diversidad con la que nos formulamos en lo colectivo. 

Tiene una visión que rompen los esquemas y las limitaciones geográficas, de tal forma que se ha podido replantear el status quo dentro y fuera del cine mismo. Prueba de ello son estos impecables proyectos: Como cuando Tatiana Huezo en “Tempestad» (2016) nos introduce a una realidad llena de dolor y carencias pero lo contrapone con la dignidad y la resistencia. Amat Escalante con “Heli” (2013) nos lleva al dolor de la violencia y el narcotráfico pero lo contrasta con el valor de la familia y de la unidad civil. Cristina Gallego y Ciro Guerra en “Pájaros de Verano” (2018), nos introducen a la represión de los pueblos indígenas colombianos por el ascenso del narcotráfico pero lo resiste por medio de la cultura, las tradiciones y el lazo empático con los demás. 

En “Roma”, la presencia de Nicolás permite algo más. Se crea una burbuja impecable que permite la libertad total de un equipo creativo que se centra en contar la historia de Cuarón, pero también protege la individualidad frente a un camino en donde las problemáticas se hicieron presentes pero invisibles frente al ojo del espectador, aprovechando los detalles para volver a la cinta memorable. 

Por muchos motivos diferentes podrá gustarnos o no, pero no podemos dejar de lado el gran trabajo de producción que permitió que se llevaran a cabo con meticulosidad las metáforas, parábolas y reflexiones visuales que nos alientan a cuestionar nuestra existencia dentro y fuera del cine.   

En pocas palabras el trabajo de Nicolás Celis ha consistido en que el cine en el que trabaja sea una alegoría que pretende la reflexión y el recordatorio que dentro de todo lo obscuro de un entorno, hay un halo de luz que nos ayuda a cambiar.

En nombre de Árbol Rojo, Asociación Civil Kibernus y Pimienta Films te invitamos a que seas parte de este valioso taller de producción cinematográfica que tendremos con Nicolás Celis, en donde nos guiará en el proceso para generar la elaboración de carpetas para cine, y a partir de su experiencia nos ofrecerá un compendio integral para elegir proyectos, realizarlos y generar un alcance poderoso, como lo ha hecho con su trabajo mencionado y con una larga lista filmográfica que lo respalda tanto en México como en el extranjero.

Este taller se llevará a cabo del 28 al 30 de junio del 2021 de manera virtual con un quórum de 100 personas (50 de Quintana Roo y 50 del resto del país). 

Si quieres ser parte de este evento puedes encontrar la convocatoria y realizar tu inscripción en el siguiente enlace: https://www.arbolrojocine.com/formacion/

Nicolás Celis, productor de películas como Roma, Tempestad y Pájaros de verano

Comparte nuestra nota a través de:

Síguenos en nuestras redes

Categorías
Notas

Enseñar a imaginar

Enseñar a imaginar

ENSEÑAR A IMAGINAR

 – Por Mauricio Orozco

Cuando pensamos en nuestros profesores y profesoras, normalmente nos imaginamos las aulas en las que pasamos gran parte de nuestras vidas y en donde tuvimos experiencias inolvidables . La propia palabra “profesor” nos remite a una autoridad académica que “sabe más que nosotros” y que nos instruirá sobre algún elemento que nos ayudará a lidiar con la vida en diferentes niveles. Sin embargo la actividad de enseñanza se ha ampliado radicalmente con los años, gracias a los cambios en nuestros procesos de aprendizaje y nuestros hábitos de consumo, pero principalmente a nuestros deseos naturales por compartir nuestro conocimiento con los demás.

La labor de un profesor no se debe limita a “educar”, debe ir más allá de esa figura plana que cumple como mediador entre el conocimiento y los que desean conocer. Debe ser un guía que aprende junto a su alumnado, porque es un proceso recíproco que no termina nunca y que, invita a descentralizar esa palabra, “profesor”, para sacarlo de las aulas tradicionales.

En mi experiencia particular he dedicado una decena de años estudiando el cine desde lo más básico hasta niveles que aún me siguen sorprendiendo, y fue gracias a eso donde me di cuenta que el arte es más que un pasatiempo, más que un medio de encuentro, más que un mero acto.

A partir de este acercamiento con el arte, desde una revisión y comprensión novedosa, me encontré explicaciones del mismo que se asemejaban más hacia actos filosóficos que audiovisuales. Eso me llenó de mucha ilusión, porque comencé a valorar los grandes clásicos del cine como aquellos poderosos momentos de creación en donde los autores de esas piezas seguro habían llegado a planteamientos que el espectador común no nota, como si viniesen encriptados para de esa forma develar secretos ante los ojos más sensibles y críticos. 

Llevo cinco años como docente de diferentes áreas del cine y el arte, y me he desarrollado como un fervoroso creyente de que el conocimiento está en todos lados y que no hay una limitante que le robe la originalidad a la creación, por el simple hecho de que una pieza de arte es el cúmulo de todas aquellas breves reflexiones que se abren frente al cuestionamiento directo y empírico. Por ello es que este texto lo dedico a todas y a todos aquellos personajes que no necesariamente tuvieron que estar parados frente a un salón de clases, sino que hicieron de la pantalla de cine una pizarra interactiva con la que podemos aprender alimentados de la imaginación y el deseo. 

Esto es un agradecimiento para quienes han hecho del cine una pantalla de enseñanza, que la han convertido en un medio de interacción que desdibuja las limitaciones del sistema educativo y las propulsa a manera de nuevas metodologías de enseñanza sobre la vida misma. Personalmente no logro imaginar un mundo en el que el cine no pueda ser un escaparate de conocimiento, por medio de un desarrollo tan libre que logra que afloren experiencias que no encontramos en las ciencias exactas, o que vienen limitadas en las ciencias sociales. 

Convirtamos esto en un reconocimiento a la hermosa manera en que Agnès Varda nos invitó a repensar nuestra forma de mirar la cotidianidad, esa manera revolucionaría en otorgarle intimidad a la cámara para explorar nuestras relaciones. Va dedicado a los personajes de Federico Fellini que nos enseñaron que la diversidad social es el fruto de la amplitud de un grupo de personas que se complementan desde sus aflicciones y dolores. Es un agradecimiento a la lucidez con la que Carl Th. Dreyer logró plasmar su existencialismo religioso a partir de alegorías. Damos una ovación a la exploración de la cotidianidad desde el imaginario de Lucrecia Martel que nos devolvió la esperanza en la descentralización de historias homogéneas. Visualizo lo insípido de no poder explorar el mundo sin revisar las fracturas sociales en las viñetas crudas de Arturo Ripstein o en las enternecedoras relaciones que se gestan en las películas de Claire Denis. Me cuesta pensar en no tener un cine que te enseñe a entender tus propias emociones como lo hace Wong Kar Wai o Sofia Coppola con sus historias universales y sus personajes llenos de complejidad. 

Celebremos a aquellas personas que se han vuelto los cánones de una industria, enfoquémonos en aplaudir el trabajo de cineastas que emergen y llenan la pantalla con su juventud y sus reconversiones que permiten un proceso evolutivo del modo en que pensamos.

La enseñanza ya no se limita a un salón de clases con una pizarra al frente, se ha extendido a todas aquellas plataformas que nos van develando universos ajenos que permiten comprensión, empatía, desarrollo de emociones y sobre todo un placer por nunca perder el deseo de explorar. Es ahí donde el arte cumple un papel importante en nuestra interacción con el mundo, y en donde yo he sabido encontrar otro tipo de materiales de enseñanza y personajes, que quizás nunca conoceré en persona, pero que les considero como mis grandes guías de vida.

Ésta es mi carta de amor a toda esa devoción materializada en imágenes y sonidos para los personajes que han hecho de la pantalla una experiencia estudiantil, ya que el mejor homenaje que podemos hacer a sus formas y productos de enseñanza es tratar de incorporar aquello que nos alude a mejorar en lo individual para ser parte de ese grupo más amplio que llamamos sociedad, por medio de proyecciones metafóricas que motivan esos deseos de aprehensión, incluso en los momentos de tan poca estabilidad colectiva.

Muchas gracias a todas y a todos los que hacen del cine una extensión deseosa de nuestra necesidad por aprender y conocer.

Muchas gracias grandes maestras y maestros por hacer del cine un salón de clases.

Comparte nuestra nota a través de:

Síguenos en nuestras redes

Categorías
Notas

A propósito de Ripstein

Banner

A PROPÓSITO DE RIPSTEIN

 – Por Nallely García
@eco_salvaje

A propósito de Ripstein hablemos del deseo, la moral, la miseria y la perversión. 

Primero, despidámonos de la falsa moralidad que es más peligrosa que el mal que descalifica. Estemos dispuestos a abrirnos a nuestros deseos reprimidos y mirar la actitud de los personajes como un posible reflejo de nuestro interior. Hablemos de lo innombrable, de la obscuridad que habita en cada uno de nosotros y dejemos que el cine de Arturo Ripstein nos guíe con su honestidad, la desgarradora realidad que su cine revela. 

Como en el laberinto de Octavo Paz, Ripstein arma un rompecabezas a lo largo de su obra, desarticulando en varias piezas la idiosincracia mexicana, enfatizando las contradicciones sociales; sin caer en la pornomiseria, que retrata al espectador una realidad “lejana” a la suya, incentivando al prejuicio y volviendo objeto de consumo la precariedad del otro. Ripstein nos adentra en contextos ordinarios, con personajes comunes, víctimas de sí mismos que alcanzan un destino trágico por el descontrol o la opresión de sus instintos naturales. Algunos, prisioneros de una inalcanzable “estabilidad”; estancados entre el falso privilegio y la incapacidad del desarrollo, y otros sobreviviendo con la mayor dignidad que se les permite. 

Gabriel (El Castillo de la Pureza, 1972) es ejemplo de la moral descoyuntada del ser humano y el peligro de sentirse con derecho sobre la vida del otro. Gabriel, con la justificación de proteger a su familia de la perdición social, los priva de contacto con el exterior durante 18 años, adoctrinándolos con una estricta rectitud ética, que oculta su propia depravación. Gabriel, es la contradicción del hombre en toda su extensión, a diferencia de lo que dicta a su familia es : mentiroso, misógino y perverso; la somete a lograr el camino de “pureza” que él no ha podido alcanzar y con la mínima “desviación” de este camino, descarga su ira sobre ellos. 

Matea (La viuda negra, 1977) despierta los prejuicios de un pueblo pequeño, que recela su llegada y su relación con el cura del pueblo. El pueblo, recurrente personaje de Ripstein, advierte el riesgo de la presión social y el catastrófico fin del individuo en quien recae el juicio colectivo. Matea simboliza lo desconocido, amenazando las formas preestablecidas del pueblo, quien percibe como adversario a cualquiera que no sea un arquetipo de su realidad; llegando a altos niveles de violencia para garantizar su status quo. Matea es sometida a violencia física, pero sobre todo psicológica, desencadenando con la muerte del cura que la protege, y la cordura de ella.

Don Alejo (El lugar sin límites 1978) gobernador del pueblo, es una prueba de la dictadura perfecta mexicana, nombrada por Vargas Llosa en los 90’s; camuflado totalitarismo e hipócrita democracia, que evita la rebelión y garantiza su permanencia por su aparente consideración a los individuos del pueblo. Timando a los pobladores con la ilusión de seguridad y atención, los deja vulnerables a su violenta realidad. Pancho, prisionero de su propio atavismo y del pueblo, termina descargando su frustración y deseos reprimidos en La Manuela, que le despierta su verdadera naturaleza. El pueblo, legitima la violencia de Pancho a través de su indiferencia e incentiva el sistema de opresión, dominando al otro antes que a uno mismo.

Coral y Nicolás (Profundo Carmesí, 1996) a diferencia de los demás personajes no huyen de sus deseos y sacian su obsesión a costa de lo que sea. Personajes comunes con una vida tolerable pero insatisfecha; se vuelven cómplices en el progresivo descontrol de sus deseos descoyuntados. Nicolás, incentivado por la vanidad y el dinero, engaña a mujeres solas en busca de compañía; en el camino se encuentra a Coral, quien a cambio de la aceptación y permanencia de Nicolas, tolera sus transgresiones al extremo de excederlas para asegurar su “amor”. Ambos pierden completamente la perspectiva, normalizando la violencia a sus crecientes víctimas; siendo la complicidad su único y más fuerte lazo de unión. 

Su obra es directa, fuerte y lista para expresar los dolores humanos. Arturo Ripstein hurga en la miseria social, poniendo rostro y nombre a la decadencia moral; sin ningún tapujo explora las perversiones de sus personajes, llevándolos a lo más bajo de sus instintos naturales y con una mirada ni compasiva ni punitiva, muestra la crudeza de la realidad de la que todos somos parte. 

Ilustraciones de @eco_salvaje 

Comparte nuestra nota a través de:

Síguenos en nuestras redes