CLOSE:

Una confrontación ante la culpa y el dolor de la pérdida. 

 – Por Mauricio Orozco 
@eralvy 

Cuando se construyen narraciones que se centran en las infancias se debe ser cuidadoso y manejar los elementos discursivos con consideración, normalmente nos encontramos con relatos que tratan de evitar la crudeza o la realidad total de aquello que puede llegar a ser muy estrepitoso. Sin embargo, hay cineastas que han desarrollado una construcción formal milimétrica con la cual pueden presentar toda la aspereza de la realidad evadiendo la provocación y aprovechando aquello que se deja fuera, lo que no se muestra, lo que se sugiere y lo que universalmente comprendemos por medio de detalles llenos de significación. 

El cineasta belga Lukas Dhont vuelve a la dirección con su nuevo largometraje Close, presentado en la edición más reciente del Festival de Cannes, en donde se condecoró con el Gran Prix del jurado. Cuatro años después de su intenso drama adolescente Girl, vuelve para mirar con detenimiento a las infancias, sus conflictos y la manera en que les damos (o minimizamos) su importancia. En esta ocasión nos invita a ser parte de la historia de Léo y Rémi, dos amigos inseparables que llevan sus 13 años de vida compartiendo todo y, generando un lazo basado en la confianza, respeto, pero sobre todo en el cariño que sienten el uno del otro. Sin embargo, tras entrar a la escuela y ser víctimas del acoso por parte de algunos de sus compañeros que les juzgan por su gran cercanía y atención entre sí, comienzan a desarrollar una incomodidad que paulatinamente los va distanciando, hasta que un suceso trágico detona el rompimiento total de su amistad.

Un largometraje que pone como base la amistad y la inocencia infantil para hablar del amor desde un punto muy íntimo, pero no un amor romántico, sino uno fraternal, en donde los lazos sobrepasan los juicios sociales a los que estamos tan acostumbrados. Sin embargo, la narración se va complicando cuando comenzamos a ver una integración de temas como la depresión infantil, la soledad, el silencio y la incapacidad para manejar sus emociones sin un acompañamiento adecuado, proponiendo una metamorfosis del relato que pasa de la celebración al sufrimiento.

El director realiza un trabajo que se centra en los detalles, en elementos simbólicos simples, que nos van otorgando un encadenado de signos muy elocuentes con los cuales podemos ir siguiendo la degradación de su relación y las consecuencias a las que se deben enfrentar a partir de sus decisiones, y se ayuda de cada elemento fílmico (los colores, la tipología de planos, el montaje, la música y sobre todo las actuaciones de sus protagónicos) para construir un poderoso relato coming-of-age que nos deja ver las dos caras contrastadas de su universo infantil y la importancia de guiarles en sus procesos de aprendizaje en el manejo de sus emociones.  

La construcción de su relato busca que nos enfoquemos en la interacción entre los juicios sociales y el daño que pueden llegar a generar cuando un niño no tiene los mecanismos para poder entender los motivos de aquello que ante sus ojos está bien, pero frente a la mirada y los constructos arcaicos en los que todavía centramos nuestros conocimientos de crianza le dan un enfoque negativo que crea culpas y que les obliga a cuadrarse para ser parte de esa sociedad constrictora. Un potente relato que lleva las emociones a flor de piel y que nos va sensibilizando sin ser moralista o aleccionador, nos permite que los niños sean quienes, por medio de sus acciones, nos impliquen en su interacción y podamos mirar con inocencia ese caleidoscopio afectivo en el que basan su amistad. Quizás lo más interesante de esta cinta, es que genera una cruda reflexión que no otorga respuestas, pero que ayuda a plantear preguntas desde enfoques que se salen de lo habitual: ¿Cómo un niño lidia con la culpa? ¿Cómo se lleva el duelo ante una pérdida? ¿Cómo entender la manera de tratar casos de ansiedad y depresión en los más jóvenes? ¿Qué tan grave puede afectar el acoso a una persona tan receptiva emocionalmente?

Uno de los elementos más sobresalientes es la actuación del joven actor Eden Dambrine, dando vida a Léo, quien se acerca a la cámara con mucha naturalidad, desde la honestidad y la bondad de sus acciones (principalmente la elocuencia de su mirada), llevándonos a una representación que evita el drama sobrecargado y formula una relación con el espectador, que desde el minuto uno abre un puente empático imposible de obviar o evitar.

Close es un documento catártico que nos recuerda el poder del cine, la potencia del relato audiovisual y la creatividad con la que podemos construir universos que se acercan a la realidad, pero que usan la ficción para  desarrollar un espacio imaginario en el que podemos sentir su potencia terapéutica. Una película que enfatiza y pone sobre la mesa el valor de la amistad, del cariño, del amor y el acompañamiento ante un mundo hostil que encasilla como erróneo a aquello que se sale de los parámetros hegemónicos. 

Esta cinta tuvo su estreno nacional en la vigésima edición del Festival Internacional de Cine de Morelia.

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