Carlos Carrera:

La ilusión de la fantasía para explorar realidades imperfectas.

 – Por Mauricio Orozco
@Eralvy

Durante la década de los años noventas el cine mexicano pasó por un momento incierto, debido a la sequía en la producción nacional a partir de varios eventos contextuales que afectaron el desarrollo de la industria fílmica en nuestro país. Dando como consecuencia poca producción que no cumplía las expectativas de los públicos, fomentando una idea errónea e indiferencia ante el cine producido en nuestro país, la cual perduró en nuestras audiencias por décadas. Claramente esta parsimonia temporal no era un reflejo de la falta de talentos, ya que fue cuando México vio surgir a mentes que hasta la fecha han sido pivotes para la promoción del cine nacional en los más altos niveles.

Entre esas figuras tan importantes de la cinematografía nacional podemos encontrar a Carlos Carrera, un joven lleno de entusiasmo que desde una corta edad cuestionó y exploró la realidad por medio de la creación, siguiendo su pasión por relatar historias se volvió un autodidacta inspirado por la elocuencia de las imágenes, que lo hicieron buscar en los dibujos un lenguaje para traducir aquello que se quedaba corto ante las palabras, pero que lo llevó ante lo audiovisual generando un puente entre los sentidos y los relatos que surgen de lo cotidiano desde exploraciones más impresionistas que se acercan a los públicos sin importar el medio, la técnica o el género, pero si entendiendo que todos los públicos merecen una narración imaginativa y crítica.

Así como los pintores impresionistas de finales del siglo XIX, Carlos Carrera persiguió otra idea de belleza, una que le permitiera interactuar con el arte desde una figuración que antepone la imperfección y juega con la honestidad frente a la belleza canónica, cuestionando las heridas sistemáticas de la sociedad y especulando ante un terreno escabroso que muestra la crudeza internalizada de la humanidad; una realidad que desde su subjetividad conecta y crea experiencias multidimensionales.

Así como los pintores impresionistas de finales del siglo XIX, Carlos Carrera persiguió otra idea de belleza, una que le permitiera interactuar con el arte desde una figuración que antepone la imperfección y juega con la honestidad frente a la belleza canónica, cuestionando las heridas sistemáticas de la sociedad y especulando ante un terreno escabroso que muestra la crudeza internalizada de la humanidad; una realidad que desde su subjetividad conecta y crea experiencias multidimensionales.

La necesidad de Carrera para encontrar historias en cualquier rincón habitual lo ha llevado a no encasillarse y experimentar con la televisión, el teatro y el cine, como productor, escritor, dibujante, animador y director tanto en el cortometraje como en el largometraje en live-action como en animación, ha construido una robusta experiencia como narrador. Lo que le ha permitido encontrar las mejores maneras para acercar al espectador frente a un relato que interconecta temas, formas de producción, técnicas discursivas e incluso apuesta por una estética divergente a la habitual.

Entrar al cine de Carlos Carrera no significa entender la realidad del mexicano, sino poder insertarse en una revisión integral de las carencias universales que devienen en defectos que alimentan el lado más oscuro del ser humano, cuestionándole subjetivamente desde un imaginario desbocado que pretende no asemejarse totalmente al mundo en el que se basa, sino usarlo para engendrar historias de simpleza aparente pero que son solo el nivel más superficial de una compleja serie de capas que generan un mundo propio

No olvides inscribirte al “Taller de realización cinematográfica” que impartirá virtualmente el realizador mexicano de la mano con Árbol Rojo. Encuentra todos los detalles en el siguiente enlace: https://www.arbolrojocine.com/taller-virtual-de-realizacion-cinematografica/  




Comparte nuestra nota a través de:

Síguenos en nuestras redes