NEVRLAND

 – Por Iván Romero
@Chivancillo 

Un astronauta huyendo a ‘Nunca Jamás’ y un cúmulo de sueños convertidos en pesadillas. NEVRLAND es el debut del cineasta austriaco Gregor Schmidinger y es tanto un ejercicio audiovisual explosivo, como una representación punzante de la generación Z, como se le ha etiquetado en años recientes; también es un retrato de uno de los padecimientos que más aqueja a los seres humanos: la ansiedad. Jakob (Simon Frühwirth), un adolescente de 17 años, ve pasar sus días en un pequeño departamento de Viena, con su padre y su abuelo. La relación con ambos no parece ser la mejor,  y el ensimismamiento del chico no ayuda a que la comunicación familiar fluya; detrás de esto, existe el abandono por parte de la madre de Jakob, quien desapareció cuando él era muy chico. Mientras este espera entrar a la Universidad, acepta un trabajo temporal en un matadero y por las noches, los  encuentros sexuales en línea se han convertido en el desahogo de todas sus inquietudes. Un día, justo en la web, se encuentra con Kristjan (Paul Forman); un misterioso y apuesto joven que lo enfrentara de lleno a cada uno de sus miedos. Pero a la mente le gusta ponernos trampas, por lo que Jakob tendrá que ser muy astuto para librar las batallas que se le presentaran. 

En premisa, pareciera que estuviéramos frente a otro coming of age generacional. A este discurso sobre las primeras veces y al autodescubrimiento que hemos visto en la ficción innumerables veces. Pero Nevrland es algo distinto y te toma de sorpresa, tanto para bien, como para mal. Es un cuento de terror y un boleto de viaje, quizá sin regreso, a  lo más profundo de la psique. Schmidinger tiene en su haber un par de cortometrajes sumamente exitosos, y aunque no hay ningún lazo que lo una, su montaje y edición nos recuerdo un poco al cine del argentino Gaspar Noé o al surrealismo del español Julio Medem.  Jakob deambula entre el sueño y la realidad; pasajes aderezados de música Techno, DMT y luces hipnóticas. Kristjan es el ideal, al que vemos en revistas. Es la viva imagen de aquel o aquella persona que esperamos nos salve y no acepte tal como cual como somos. 

Nevrland es una experiencia visual, pero que sin confundir al espectador, tiene una narrativa concreta. Schmidinger no deja planos al aire y pone los cimientos suficientes para que entendamos el camino de Jakob: caminamos en sus zapatos y padecemos la misma confusión de él. No hay redenciones de por medio, pero acompañamos al protagonista con sus traumas, miedos, e inseguridades. Nada alentador ciertamente,  ya que todo termina tan rápido como empieza, en más de un sentido. Las drogas, el sexo, la sangre que estila de los animales que desolla, solo alimentan la sofocación y el tormento que tiene en su cabeza.  

Hay una conexión con la que abre y cierra Nevrland, que Schmidinger hábilmente la deja para quizá aliviar un poco el intenso trayecto de su protagonista. Queda abierto a interpretaciones, y estás pueden ser infinitas, como el universo que Jakob pretende estudiar. ‘El astronauta’ como se refiere Kristjan al joven con una marca de nacimiento, que bien pudiera ser esta el punto de partida de sus miedos y el caos que el mismo alimenta, sumándole la rutina de su familia y la insatisfacción crónica que parece no terminar. “Todavía tenéis caos en vuestro interior’ una cita de Nietzsche, con la que Schmidinger decide presentar su obra al inicio, nos da una idea de lo que estamos a punto de presenciar. El laberinto visual del cineasta es destacado, aunque abrumador. Sin embargo, eso no impide que nosotros entremos de lleno y nos cueste salir de el tras varias horas de haberla visto.




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