LOS HABITANTES

 – Por Samuel Sánchez

La ópera prima del director Homero Bueno busca plasmar el terror psicológico y suspenso como elementos unificados para contar las adversidades que un ser humano vive cuando se encuentra en un proceso de superación personal, que puede entenderse con la concepción de una misma persona carga cadenas de su pasado y de esa misma manera no ser consicente que está llevando a cabo esta metamorfosis de superación y en el mismo trance poder vivir una crisis existencial, donde la noción de lo terrenal se desvanece, al proseguir el duelo del trauma que con mayor frecuencia se manifiesta sin ser deseado como un fantasma atormentado. 

Los Habitantes (2023) nos expone cómo el terror puede ser apreciado en cualquier estado de la república mexicana, al seguir la historia de Emiliano, un hombre de familia que vuelve a Monterrey para crecer su negocio y darle una mejor calidad de vida a su familia; dentro de dicha psique de tener una vida perfecta, Emiliano afrontar las secuelas de haber tenido un accidente 4 años atrás, dando paso a una cadena de eventos que lo llevarán al límite de la locura por tener que lidiar con los fantasmas de su nueva vida. En lo que parece ser una nueva oportunidad de crecimiento, existe un trasfondo tenebroso que busca salir a la luz, Emiliano, aunque aparenta tener todo bajo control, en su inconsciente guarda lo que puede ser una presencia tenebrosa que busca atormentarlo en su nuevo hogar, convirtiéndose en un impedimento para que él tenga una clara noción de la realidad.

El largometraje filmado al norte de la república demuestra como el mexicano en su realización, cuenta con un lenguaje narrativo enriquecedor que permite generar un ambiente terrorífico tanto en espacios amplios como reducidos, causando en la audiencia una sensación de persecución paranormal sin tener claro el por qué dicha figura busca atormentan a un hombre, que lo único que parece que haber hecho en su vida es tener un estándar de calidad y beneficiar a todos sus seres queridos a su alrededor.

La premisa se presenta como una película de terror convencional, un conocido entendimiento colectivo que existen presencias paranormales que atormentan a los nuevos habitantes de una casa, sin embargo al avanzar la trama el director nos hace replantearnos qué estamos viendo: llega un momento donde el espectador ya no sabe a ciencia cierta qué es lo que le está pasando al personaje de Emiliano, porque por un lado creemos que existen espíritus en la casa que buscan trastornan su mente por un intento de venganza para un alma torturada, pero por el otro lado nos encontramos ante un ser humano que está develando sus traumas para poder lidiar con una atrocidad que hizo en el pasado la cual no deseo en lo absoluto que ocurriera.

La película genera un cuestionamiento al público de qué realidad está viendo, porque en un inicio se dan los indicios que el personaje acabará torturado por entidades que se nutren de su miedo, pero no obstante por cada nueva pista que va recolectando Emiliano, nos damos cuenta que tal vez lo que está viendo es más su arrepentimiento. Es ahí donde la historia puede ser un momento decisivo para el espectador, este cambio radical de suspenso al terror psicológico, de cierta manera causó un estrago por definir qué es lo que se está viendo. En el pasado han existido películas como Los Otros (2001) donde sí han ocurrido estos giros de tono, pero no necesariamente este estilo queda con toda historia. Es un claro ejemplo que un largometraje que tiene una extraordinaria realización, pero necesita solidificar más el argumento central para que en el momento que se hiciera este cambio, se sintiera más orgánico y no tan abrupto.

 

Un elemento destacable del proyecto es su fotografía y sonido, en específico los planos iniciales transportándonos a un sombrío Monterey, el montaje logra construir un aura de verdadero terror con movimientos de cámara, varios puntos de esta ciudad norteña. Sin ser intención del autor, logró construir de forma referencial la fotografía de John Alcott en El Resplandor (1980) donde los movimientos de cámara área que se plantean, sirven para indicarnos hacia dónde va el tiro, causando una incertidumbre de no conocer si el lugar donde se dirige el movimiento pone en peligro al personaje o es meramente una introducción terrorífica al entorno donde se va desarrollar la trama.

Se le puede considerar un largometraje de verse una sola vez, al ser esta trama que, al conocer su resultado, volverla a ver, no causa la misma intriga o despertar por ver nuevamente un momento clave donde el espectador diga: “claro ahí me dieron todas las pistas”. Sin embargo, debemos estar atentos al nuevo trabajo del director Homero, entiendo que esta es su ópera prima, puede llegar a tener en un futuro un lenguaje audiovisual que establezca un estándar en México, donde los realizadores somos capaces de generar terror de una forma que el resto del mundo no podrá tener, por nuestro acercamiento y aceptación a la muerte.

Comparte nuestra nota a través de:

Síguenos en nuestras redes