FICM 19:

Volver, sentir, sonreír y compartir.

 – Por Mauricio Orozco
@Eralvy

Personalmente, le tengo un cariño especial al Festival Internacional de Cine de Morelia, ya que fue el primer festival de cine que visité en mi vida, hace más de 10 años. Me ofreció una experiencia tan enriquecedora en tantos niveles, que se volvió mi viaje anual que con constancia mantuve por 7 años seguidos, era ese espacio en donde no solo podía ver cine fascinante, sino que podía conocer y charlar con gente que admiraba, era el punto de reencuentro para ver amigos que venían de todo México, pero sobre todo, fue un espacio en donde me sentí pleno y supe a lo que me quería dedicar. 

Desde hace casi dos años la realidad que conocimos debió cambiar y con ella debimos adaptarnos a procesos diferentes, a nuevas maneras de relacionarnos desde la soledad, a nuevos procesos que nos permitieran hacer de nuestro limitado espacio de desarrollo un símil de lo que teníamos antes. Con el tiempo nos dimos cuenta que claramente aprendimos a adaptarnos con velocidad, sin embargo el deseo general se mantenía en una búsqueda para volver a salir a las calles con soltura, para volver a ver a nuestros seres queridos y abrazarnos con fuerza. Volver a vernos significaba superar las inclemencias, aun si tenía que ser con pruebas PCR, sana distancia y un cubrebocas de por medio. 

Después de dos años de extrañar Morelia y su folclore que se esconde en cada rincón de tan bella ciudad, por fin pude volver, con una sonrisa en el rostro y una ilusión cercana a la de un infante volví a la décimo novena edición del FICM. Mis expectativas eran altas, me aseguré de estar sano para considerar la seguridad de los demás, ya que tenía una gran convicción de que sería tal y como fue aquella primera vez a mis escasos 18 años. 

Volver a las salas de cine del Cinépolis del centro, visitar el Jardín de las Rosas para compartir con amigos una cerveza o un café entre funciones mientras intercambiábamos impresiones de lo que habíamos visto o de lo que entraríamos a ver después, correr de una función a otra con tal de no perderte tan esperado entreno, encontrarme cineastas caminando sin preocupación y con soltura entre sedes, conocer la nueva sede del Teatro Matamoros, ir de fiesta por las noches aunque el cansancio fuera imperante. Esos momentos me hicieron darme cuenta que estaba de vuelta en casa. 

En 6 días de festival pude ver 19 películas, entre largometrajes y cortometrajes, tanto nacionales como internacionales, pude entrevistar a grandiosas personalidades del cine nacional, pude bailar en fiestas que aunque reducidas de aforo estaban expandidas de emociones, pero sobre todo, durante esta edición pude ser testigo de todo el trabajo y la dedicación que Daniela Michel y todo su equipo imprimen en cada edición para que de esta manera, y aun con un caos general en el mundo, pudiéramos disfrutar una experiencia segura, grata y que servirá para preparar los primeros 20 años de este magno evento. 

Aunque mis palabras pueda parecer muy románticas, creo que quien haya estado en una edición del FICM sabrá a lo que me refiero y seguramente se podrá identificar con esa emoción. Y es que, esto no lo hago solamente como un “halago”, sino que me gusta pensar que somos nosotros los visitantes, los que debemos cuidar y procurar estos espacios en donde organizadores, cineastas, periodistas, patrocinadores y el público podemos convivir desde la pasión y nuestro amor al cine, y más en un momento en donde las autoridades ignoran e invisibilizan la importancia de la cultura dejándola en un segundo término. 

Que el cine nos siga reuniendo y larga vida al Festival Internacional de Cine de Morelia.

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