PLAYGROUND:

Mirar desde la infancia.

 

 –Por Mauricio Orozco 
@eralvy




Nora, una niña de siete años, entre lagrimas se aferra a su hermano mayor Abel, quien a penas tiene un par de años más que ella. Tratando de consolarle ante su primer día de clases Abel la abraza cariñosamente y con una voz calmada le susurra que todo estará bien. Este gesto de cariño fraternal es la imagen con la que la directora belga Laura Wandel nos introduce a un universo donde la infancia se presenta a partir de un prisma que nos da los claroscuros de esos múltiples universos que se gestan entre los salones de clases y los patios de recreo, en donde además se construyen los primeros acercamientos interpersonales y emocionales que definen las bases de la sociedad actual.  

“Un Monde” – o “Playground» según su titulo en inglés – es el primer largometraje de la cineasta Laura Wandel, en donde por medio de una propuesta puntual e intima nos plantea un mundo de niños, sin simplificaciones ni reduccionismos, y que con la ayuda de su cámara se convierte en un potente transmisor de emociones que se mantienen fieles al predominio de la mirada infantil, en donde los adultos no caben o son pasajeros temporales, gracias al uso de planos cerrados en la mayoría del metraje. 

Hablar de infancias, hoy en día, es un tema complejo que con los años nos ha permitido sensibilizarnos y entender mejor la realidad de los niños, que comúnmente se encasillaba como un mundo utópico de felicidad absoluta en donde “todo estaba bien”, aun cuando sabíamos que esto no era verdad. Que el cine pueda contar historias que se plantean desde su punto de vista nos ha ayudado a introducirnos a la complejidad de ser niño o niña según van cambiando los tiempos, en donde por desgracia las infancias de hoy deben enfrentarse a los patrones que los adultos hemos gestado violentando y poniendo en riesgo su felicidad y obviando su inocencia. 

La película de Wandel es sumamente sensible con sus imágenes que se inundan de gestos en donde podemos ver cómo la niñez habita un limbo entre el mundo de los adultos y el de los niños, en donde no solamente se introducen temas como bullying, desigualdad, temor y sufrimiento, sino también mucha elocuencia sobre como se van construyendo sus propios ecosistemas que les permiten disfrutar su corta edad, abriendo parajes que podrían parecer simples en principio, pero que según avanza su narración podemos ver los debates internos a los que los personajes se enfrentan desde su corta experiencia y cómo para lidiar con ellos deberán incluso ir contra sí mismos. 

Lo que más se agradece de esta película es que no trata de aleccionarnos ni de solucionar conflictos monumentales, sino que trata de introducirnos en una reflexión que privilegia la mirada infantil en donde esos problemas, por más complejos que sean, se pueden solucionar a partir del cariño y el apoyo mutuo, dejándonos al final con una bocanada de esperanza y recordándonos que una historia tan cotidiana nos permite empatizar con el otro, sin importar las condiciones contextuales en las que se encuentra, ya que todos hemos sido niños y entendemos que los conflictos pueden cambiar de forma pero siempre estarán dictados desde la visión adulta. 

Este largometraje tuvo su premier mundial en la más reciente edición del Festival de Cannes, en la sección Un Certain Regard en donde se mereció la nominación a la Camera D’or y el premio FIPRESCI y más recientemente se condecoró como el Mejor Largometraje de Ficción Internacional en el Festival Internacional de Cine de Guanajuato, gracias a su propuesta poderosa que sin artificios elaborados genera una narrativa necesaria para dar voz a la niñez. 

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