FEAST: De la verdad a lo real

 – Por Mauricio Orozco

 “Yo miento, y cuando digo que miento, digo la verdad”
– Jacques Lacan

Cuando nos acercamos a una obra que nos ofrece la leyenda “basada en hechos” o “basado en una historia real” inevitablemente nuestro cerebro lo liga con algo que debió haber pasado en la realidad, sin embargo son pocas las ocasiones que nos detenemos a indagar sobre la construcción de esa realidad que alude a una verdad ficcionalizada desde quien cuenta la historia. Es así cómo se desarrolla el género del “true crime» que viene como herencia desde la literatura al cine (de ficción y documental), permitiéndonos explorar, cuestionar y tratar de entender la realidad que se nos plantea sobre un hecho “histórico” a partir de técnicas construidas para la configuración de los modos de construcción de una verdad tangible. 

En el caso de “Feast” (2021) del director holandés Tim Leyendekker nos plantea una reconstrucción imaginaria y ficticia de los hechos que circundan uno de los casos más sonados en 2007, cuando en Groninga (Holanda) un grupo de hombres diagnosticados con VIH convocan a una orgía en donde, sin su consentimiento, drogan y contagian con su sangre infectada a los invitados. 

Aunque el caso puede decantar en un juicio inmediato que presenta a estos delincuentes como monstruos frente a una sociedad que parte desde su moralidad y su construcción de la ética, es ahí donde el director pone en claro que no pretende centrarse en la culpabilidad o veracidad de los victimarios o las víctimas, incluso no cuestiona las acciones de la autoridad, sino que se niega a dar un mensaje claro frente a un tema que inevitablemente nos dispone con una postura, pero que a partir de un mosaico fragmentado de reconstrucción de hechos se va cuestionando el concepto mismo de la verdad, la culpa, la sexualidad, las enfermedades e incluso la muerte.   

Cuando hablamos de “verdad” me viene a la mente Lacan y sus postulados desde el psicoanálisis en donde se asevera que “la verdad” no puede ser tomada como algo total o absoluto, sino como un ente místico que se construye desde una subjetividad incalculable y su interacción con lo metafísico. Y es que en la historia no se cuestiona la culpabilidad de los causantes, ni se propone una postura ética, sino que se explora el uso de herramientas que van construyendo la verdad para que el espectador sea quien al final pueda dar un juicio de valor desde la evidencia que decide tomar en consideración, que en muchos casos, es la aceptación (sin cuestionamiento) de una verdad que desestima los motivos de los criminales o simplemente los obvia.  

A partir de 7 viñetas trabajadas individualmente, se va construyendo una narrativa que en ocasiones se siente unida y en ocasiones no hay un vínculo concreto; generando así un abanico que permite la interacción con el tema desde la vista de la policía, de las víctimas, de los delincuentes e incluso de la sociedad. Sin embargo el largometraje tiene un desarrollo que difícilmente puede ser situado como documental o como ficción, ya que toma elementos de ambos planos para reflexionar sobre el manejo de los mensajes y su estipulación frente a un despliegue de técnicas en este tipo de fundamentaciones de la realidad y reconstrucción de los hechos. 

Y aunque pudiera parecer una cinta sencilla, realmente su fuerza se centra en mostrar y presentar una especulación sobre la maldad y la bondad como polos opuestos, sin llegar a sobre explicarlos o a postularlos uno sobre otro, abriendo un cuestionamiento sobre los límites de la culpabilidad ante un caso que se sumerge entre tabúes, y de igual forma dota de responsabilidad a todos los partícipes en el acto. 

Cada uno de los fragmentos que hacen el mosaico de visiones está fotografiado por un director de fotografía diferente, haciendo evidente y pretendiendo enfatizar la fractura de la narración y el desmontaje de la linealidad entre su todo; aprovechándose así para dar voz a cada una de las partes involucradas en el caso. 

Este largometraje plantea que el espectador se acerque a una narrativa novedosa en donde el punto de vista es de vital importancia ya que desde ahí el espectador podrá acercarse a una premisa que le llevará a una reflexión sobre el bien y el mal, no ha modo de enseñanza moral sino para volver a establecer nuestros propios parámetros de las acciones y sus consecuencias. 

El director abre espacio a interrogatorios con las aparentes víctimas, la presentación de las pruebas encontradas en la escena del crimen, la explicación de una científica que habla de la poesía de la infectabilidad de un virus, y un debate sobre el amor en donde los perpetradores citan a Platón, dando a entender un aparente móvil hacía los actos realizados. Promoviendo así un cuestionamiento incisivo ante el uso de técnicas que relacionamos con la construcción de esa verdad que nos pretender hacer creer lo que se nos dice que debemos creer. Contrapuesto frente al abandono de toda lógica racional y cuestionando esos mecanismos que sustentan incluso a las instituciones a las que inevitablemente consideramos como validas. 

“Feast” se presentó en la Competencia Oficial del Festival de Rotterdam de este año y se coronó como la película ganadora de la Competencia Internacional Oficial del FICMonterrey en su edición número 17 gracias a la intensidad para llevar al limite a su espectador por medio de un rompimiento de las fronteras éticas y morales, tratando de otorgarle más perspectivas a una historia que desde su genialidad se obsesiona con la construcción de una verdad más completa que deambula sobre el imaginario sin partir de los juicios de valor de la sociedad actual. 

 

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