MATTHIAS & MAXIME

 – Por Oralia Torres
@oraleia

El otro día, el actor estadounidense Anthony Mackie dio una declaración desafortunada: comentó que “la idea de que dos hombres fueran amigos y se quieran en 2021 es un problema por la explotación de la homosexualidad”. Es decir, lamenta que no haya historias sobre amistades entre hombres heterosexuales donde se puedan admirar, apreciar y querer sin que haya quienes de inmediato quieran transformar la relación en una romántica. Comienzo con esto porque, aunque esas películas (y series) sí existen, lo que es menos frecuente es encontrar historias de hombres cishetero que cuestionan lo que sienten por sus amigos. 

Matthias et Maxime, la última obra del director quebequés Xavier Dolan, trata justo de eso: la crisis de la masculinidad ante la posibilidad de sentir otro tipo de afecto por un hombre. Si bien desde la década de 1970 – cuando se popularizó la segunda ola feminista – entre mujeres hemos cuestionado y normalizado distintas formas de ser (y de cómo relacionarnos entre nosotras), pareciera que los hombres (hetero) rara vez se cuestionan esos estereotipos y preceptos, y como su base de identidad parte de contrastar con las mujeres, cualquier cosa que les cuestione su masculinidad hetero – sea un color “femenino” en sus productos, sea tener buena higiene, sea mostrarse vulnerables y decir claramente cómo se sienten – es peligroso, aún si están en un contexto donde haya más apertura y aceptación por otro tipo de sexualidad. 

Matthias (Gabriel D’Almeida Freitas) y Maxime (Dolan) son amigos desde niños. El primero es un hombre de negocios exitoso, con una novia comprensiva y guapa; el segundo, un bartender que cuida de su madre alcohólica y que está por mudarse a Australia para encontrar un mejor trabajo. Ambos van a la casa del lago de Rivette (Pier-Luk Funk), un amigo rico en común, a pasar el fin de semana con el resto de sus amigos; para fastidio de todos, la hermana de Rivette, Érika (Camille Felton), también está ahí. Tras perder una apuesta, Matthias y Maxime participan en el cortometraje estudiantil de Érika, y comparten, con muchas reservas, un beso. 

En general, las películas de Dolan exploran distintas facetas de la identidad y cómo sus personajes se relacionan entre sí y evolucionan a partir de cuestionar lo que conocen. En su octava película, presenta cómo cambia la relación y percepción de sí mismos de dos hombres tras compartir algo tan íntimo – y prohibido bajo su aceptación de masculinidad. Une nunca termina de conocerse, y pequeñas crisis pueden detonar la reflexión respecto a si su presente es, de verdad, lo que se quiere; quizás la mayor falla del filme es que batalla en balancear los viajes internos de la pareja protagonista, enfocándose en el que es “tradicionalmente” más masculino – y que, por lo mismo, considera tiene más que perder.  

Como director, Dolan explora una faceta más íntima y cotidiana, regresando al tipo de historias que lo volvieron relevante como realizador: explora las emociones y viajes internos de cada personaje, y hace que las relaciones entre sus personajes se sientan orgánicas, como si, de hecho, llevaran décadas conociéndose. Al explorar la masculinidad desde un punto más “normativo” y cuestionando la base del afecto en las amistades entre hombres, Matthias et Maxime es un punto de reflexión para el director, quien, como sus personajes, cuestiona cuál es el tipo de cine que quiere realizar y hasta dónde quiere llegar.

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