DIÁLOGOS POR LA INOCENCIA

 – Por Nallely García
@eco_salvaje

¿Cuándo nos despedimos de nuestra inocencia? ¿Fue necesario un quiebre que nos la arrebatara, o simplemente se desvaneció al acostumbrarnos a la fatídica vida adulta? No podemos hablar de inocencia, odisea inexorable, enigma indescifrable, tesoro caprichoso, sin mencionar a la infancia, edad sin lengua y la etapa más desnuda de la vida. 

¿Cómo desmitificar este ciclo? Si el sujeto no tiene plena conciencia de su realidad y nosotros nos reducimos a una interpretación sesgada de la realidad del otro; sin embargo, el creador acorta esa distancia a través del arte, herramienta poética para descifrar lo desconocido

En este recorrido, el séptimo arte acompaña al infante en su misteriosa intimidad y su psique más profunda. Nos toparemos con sus distintas personalidades y particulares respuestas a la vida, fieles a su inconsciente búsqueda personal. La inocencia perdida será el eje conductor que recorrerá las distintas historias, circunstancias y tiempos por los que transitan nuestros niños. 

Iniciamos esta conversación con François Truffaut, quien a este momento de ruptura lo llamo: la infancia perdida, tema recurrente en su cine por su historia personal; recordemos que Truffaut es un precursor de la Nouvelle vague, corriente artística que explora la identidad del autor como un diario íntimo o una novela autobiográfica, llena de pesquisas que construyen la voz del realizador a lo largo de su obra. Su ópera prima Los 400 golpes no es la excepción, “Antoine Doinel» alter-ego del director, encarna la frustración de la niñez en una sociedad que castiga la desorientación en lugar de instruir y mutila su esencia para amoldarse a la estructura social. Una infancia desprovista de cariño y reconocimiento, que alimenta la constante rebeldía y búsqueda de libertad del niño. Truffaut extirpa con maravillosa honestidad su propia vivencia infantil, exponiendo los fantasmas e inquietudes de un crecimiento descoyuntado que encuentra un único refugio en el cine, al igual que su personaje principal. “Antoine Doinel” termina encontrando una esporádica libertad, lo que lo incita a seguir luchando. 

Por otro lado, tenemos a personajes como “Edmundo» Alemania año 0 de Roberto Rossellini, quien vive la soledad y el rechazo de la infancia, sin encontrar esperanza que le dé fuerzas para continuar. Rossellini padre del Neorrealismo Italiano buscaba el realismo como una apuesta a la sensibilidad del espectador y la trascendencia del lenguaje cinematográfico establecido en su época. La miseria humana es devastadora, pero la miseria infantil es desgarradora. “Edmundo”, un niño que sobrevive a la posguerra, perderá su inocencia sin posibilidad de retorno; vive una lucha perpetua contra el yugo adulto que ejerce su poder en cualquier oportunidad para mostrar su falsa fortaleza. A diferencia de “Antoine Doinel”, que encuentra cómplices y compañeros a lo largo de su travesía, “Edmundo” encontrará el rechazo de los niños, marginación y falta de herramientas para enfrentar las frustraciones adultas (desempleo, rechazo, insuficiencia y lucha por sobrevivir). 

 

Para otros, la realidad es tan inconcebible que como reflejo automático de protección, se refugian en mundos de fantasía para subsistir. “Jeliza-Rose” en Tideland de Terry Gilliam, nos muestra la fuerza de una niña que tras la muerte por sobredosis de sus padres a los que ella acostumbraba a cuidar, se enfrenta sola a la vida con imaginación y alegría. En el camino encuentra un compañero de juego que aunque mayor que ella en edad, mentalmente comparten una inocencia intacta que los llevará a navegar por experiencias sórdidas sin corromper su pureza y dulzura. La fuerza de “Jeliza-Rose” se manifiesta en su poder de supervivencia y su empeño por continuar aún sin conocer el rumbo de su destino. 

Un ejemplo más sutil de la psique infantil y de lo complejo de sus contradicciones, es el de “Frida” Verano de 1993 de Carla Simón, quien tras la muerte de sus padres tendrá que adaptarse a su nueva vida junto a sus tíos y su prima pequeña. Una infancia con mayor contención emocional, pero con los estragos de una etapa donde enfrentarse a la muerte puede acomplejar el crecimiento, disparando sentimientos como vergüenza, ira y abandono; nos encontramos con una víctima activa de su realidad, un retrato infantil con matices en el personaje, oscilando entre rabia y dominancia; que finalmente desemboca en tristeza e inseguridad. La directora arranca un pedazo de sus recuerdos y nos los regala en esta cinta. Pues a su corta edad al igual que Frida, perdió a sus padres teniendo que criarse con sus tíos. 

Cada experiencia toma su propio rumbo y en ocasiones se articulan desde una misma raíz. El recorrido por estas distintas historias es una invitación a crear una sociedad con un espacio democrático para los niños, donde puedan vivir la libertad natural que les corresponde; sin tener que adaptarse a un mundo adultocentrista, que generaliza las particularidades de cada niño y que pasa por alto la interseccionalidad de cada uno. 

Lo anterior les permitirá explorar con libertad sus propias posibilidades y nosotros cómo adultos aprender a respetar su integridad y legitimidad, para que el ciclo natural de la vida les permita madurar y la pérdida de la inocencia no sea más una forma de violencia u opresión, sino una etapa orgánica de su crecimiento.

*Las películas mencionadas en este documento, son revisiones de la infancia plasmadas desde distintas aristas de comprensión y forman parte de la biblioteca de MUBI, disponibles en México.

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